No considero el cannabis como una droga para festejar algo. Su consumo me ha aportado beneficios en cuanto a mi alimentación y mi tranquilidad, mi estado de ánimo. Sin el cannabis como menos, bajo de peso, y me siento más nervioso. Por lo tanto el cannabis ha sido como un complemento, algo que mi propio organismo debería producir a través de una glándula pero que no dispone de ella. El problema es que el cannabis es ilegal y eso arroja muchos perjuicios, y el más notable es que el consumidor no es considerado como todos los demás, una persona normal y aceptable. Sin embargo, con cannabis y sin él la persona es la misma y las actitudes hacia ella pueden ser de aceptación social o rechazo. Con esto se pretende regular su conducta y se le niega la capacidad de regular por sí mismo obedeciendo a su gusto o al beneficio o al perjuicio que le hace la planta en sí. Independientemente del daño pulmonar o neuronal que sufre el consumidor, el perjuicio más evidente es el que puede ocasionar la penalización del cannabis por parte de las autoridades y la declaratoria de guerra por parte del ejército sumadas a las estrategias civiles de señalamiento y discriminación. Si a pesar de todos estos factores adversos todavía hay quien lo usa, quien paga por usarlo o lo produce a hurtadillas, el cannabis en realidad debe ser bueno y relajante.

 
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